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Enlazamé

domingo, 28 de noviembre de 2010

Collegio D'Amore. Capítulo 12

Capítulo 12


El secuestro [Parte 1]


    Damon y Stefan fueron los primeros en reaccionar. Corrieron hacia el vestíbulo. Cuando iban a subir las escaleras, la puerta principal se abrió de par en par. Tras ella, cinco hombres de negro les miraban con odio. Antes de que pudieran dar un solo paso, los hombres de negro dispararon a ambos. Stefan reaccionó e intentó proteger a su hermano. Por lo que recibió los dos disparos. Uno le dio en el pecho y el otro en la pierna derecha. Antes de caer, Stefan se miró su pecho y su pierna derecha. Le acababan de disparar dardos tranquilizantes. Después cayó por las escaleras sin poder evitarlo a los brazos de Morfeo.

    Damon seguía petrificado. Uno de los hombres de negro le disparó un dardo mientras sonreía ampliamente. Damon rodó un tramo de las escaleras y cayó sobre su hermano. Tres hombres de negro salieron corriendo. Los dos restantes se quedaron junto a la puerta para que nadie escapara. Uno de los tres hombres de negro fue a la planta de arriba. Justo cuando puso el pie en el pasillo de las habitaciones, una chica salía de allí. Esa chica era Annia. Ésta pensó en gritar. Cuando estuvo apunto de hacerlo, el hombre de negro se abalanzó sobre ella. Mientras él la golpeaba, ella se defendía como podía. Finalmente, Annia logró morder su cuello. El hombre de negro, enfadado, empezó a golpearla brutalmente. Annia quedó inconsciente. El hombre le clavó uno de los dardos y la llevó al pie de las escaleras. Allí ya estaban atados Stefan y Damon. Cuando terminó de atarla subió de nuevo. Empezó a registrar todas las habitaciones, hasta que finalmente en una encontró a una chica. Esa chica era Emma. Ésta gritó. Algo que no le sirvió de nada, pues estaba sola en la planta de arriba. El hombre se fijó en que no se podía mover.

    - Parece que te salvaron ¿no? - preguntó él con un fuerte acento alemán
    - ¿Qué dices?- le respondió ella muy asustada
    - No nos sirves -la miró fríamente mientras sacaba la pistola
    - Por favor... no me mate... haré lo que usted quiera... por favor -dijo ella entre sollozos

    Entonces el hombre de negro disparó. Sonrío ampliamente. Le gustaba hacerle creer a esa chica que la podría matar si él quisiera. Sin embargo no lo hizo por que intuyó que le podría servir. La cogió bruscamente. Fue hacia el umbral de la puerta. Fue a traspasarlo, pero alguien se lo impidió. Era un chico pequeño. Su pelo era de color cobrizo. El hombre sonrió leve y le apartó delicadamente. Después fue hacia las escaleras de nuevo. Parecía que los demás estaban teniendo dificultades para atrapar a los demás, pues solo estaban los que él había capturado, aparte de los dos hermanos. Dejó a la chica junto a los demás y fue hacia uno de los pasillos de la planta baja. Puso su oreja en todas las puertas esperando oír un susurro. Finalmente lo consiguió. Abrió la puerta lentamente. Era un cuarto muy pequeño. Dentro solo había dos lavadoras y una secadora, aparte de un chico. Tendría unos diecinueve años mas o menos. Era moreno. Sus ojos eran de color marrón, casi tan negro como su pelo. Llevaba una barba de varios días. Sus ojos mostraban desesperación. Sonriendo le lanzó un dardo tranquilizante. El chico lo esquivó ágilmente. Gruñiendo, el hombre de negro le hizó un placaje y le dejó tirado en el suelo. Después, le durmió con el dardo. El hombre de negro frució el ceño. ¿El chico estaba hablando solo?. Habría jurado que acababa de escuchar un susurro. Entonces oyó un crujido a su espalda. Se dio la vuelta rápidamente. Una chica estaba corriendo por el pasillo. Tendría unos diecinueve años. Mas o menos igual que el chico que acababa de atrapar. El hombre de negro se lanzó contra ella. Era morena y sus ojos eran de un color azul verdoso. Su pelo era largo. Sus labios carnosos. Era bastante guapa. El hombre de negro la tiró contra el suelo. Ella sollozaba inaudiblemente.

    - Por favor no le mate -dijo ella mientras clavaba sus ojos en los de él
    - Dame una buena razón pequeña -contestó de forma burlesca
    - Le quiero -el hombre de negro sonrió- No mate a mi Iker por f... ¡Ah!

    No pude decir una palabra más, pues el hombre de negro le acababa de clavar un dardo en su pierna derecha. Sonriendo, el hombre de negro se levantó y la cogió. La llevó junto a los demás. Los otros inútiles no habían cogido a nadie. Los dos que custodiaban a los que él había llegado le miraron. Después dijeron que los demás estaban vigilando la entrada por si se escapaba alguno. "¡Inútiles!" exclamó antes de ir a recoger a Iker. Llegó allí rápidamente. Lo cogió. Se dio cuenta de que al caer se había dado un golpe en la cabeza. Tenía muy mala pinta. Lo llevó rápidamente con los de la puerta. Cuando llegó vio que ambos estaban inconscientes. Él soltó un gruñido y dejó a Iker en el suelo. Junto a Sara. Sacó la cabeza por las puertas de robles. Un hombre de negro estaba rondando por allí

    - ¡Tú! -masculló él- No salió nadie ¿verdad?
    - No salió nadie, señor -respondió el otro

    Gruño de nuevo y cerró la puerta cuando metió la cabeza de nuevo. Miró a su alrededor. Nada. Ni nadie. Miró los cuerpos de los hombres de negro. Aterrorizado vio como ambos tenían clavados cuchillos en el corazón. Le intentó encontrar el pulso a ambos. Ninguno tenía. Gruño esta vez más fuerte. Cogió sus cuerpos y los tiró fuera del internado, alarmando al guardia. Cerró la puerta de nuevo

    - ¡Salid, pequeños, salid. Os daré un paliza tan grande que desearíais no haber nacido nunca!

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